Ícono de la resistencia cultural
| Danza de Tijeras, Huancavelica | 
Han pasado cerca de 500 años desde la toma de nuestra tierra por huestes europeos, su llegada significó el inicio de una nueva etapa en nuestra historia. Aniquilaron y destruyeron nuestros antiguos ayllus y con el quisieron extinguir también sus ancestrales usos y costumbres. Sin embargo, nuestra raza, nuestra lengua, nuestras costumbres perduraron el tiempo. Las melodías de la quena, la zampoña, las tambores y sonajas, han resonado en las montañas de nuestros andes por siglos, y en sus entrañas fueron sufriendo variaciones como consecuencia del sincretismo religioso. La danza de tijeras es una de ellas; en tiempos remotos, sostienen algunos antropólogos, esta danza de trasfondo mágico-religioso usaba piedras largas especiales llamadas Llaqta rumi y sonajas, incluyéndose posteriormente dos varillas de hierro, uno de sonido grave llamado “macho” y el otro de sonido agudo apodado “hembra”.
Se tejen diversas hipótesis sobre su origen y evolución, en esta ocasión, no nos perderemos en la búsqueda de esa información escasa a la vez, dejando esto para otro un proyecto posterior. Más, narraremos de manera breve el origen de su nombre, su importancia dentro de las sociedades andinas, fechas festivas, etapas de la danza, vestimenta, instrumentos y las diferencias en las regiones donde se practica, recordando a los iconos de esta danza en la región y nuestro valle.
Esta danza se practica en la región central del Perú, Ayacucho, Huancavelica, Apurímac y Arequipa; y sus denominaciones difieren en cada una de ellas, en Ayacucho se llama tusuq o danzaq; en Huancavelica, galas; Apurimac, saqras; y en Arequipa villanos. La denominación de galas como generalmente se les llama en la región provendría, según algunas investigaciones, por el festivo atuendo que llevan puestos los danzantes, y la gracia y elegancia del movimiento corporal al ritmo de la música. Respecto al nombre de Danza de Tijeras se ensayan dos versiones, la primera se le atribuye a Arguedas quien abordaría constantemente en sus novelas llamándola “Danza de Tijeras” y la segunda y poco conocida, es que provendría desde la colonia según referencias documentales atribuidas a este tipo de danzas en 1784.
A diferencia de las otras costumbres que también tienen una relación intrínseca con las actividades agrícolas, la Danza de Tijeras se caracteriza por ser mágico-religiosa, con un fuerte arraigo en la dualidad cósmica, donde los danzantes dicen ser hijos de los Apus o Wamanis. Esto por lo complejidad de sus movimientos y la magia que derrochan en sus presentaciones. Tal es su innata característica que se convirtió en uno de los símbolos artísticos más significativos y representativos de la herencia cultural, así en 1995 el Instituto Nacional de Cultura la reconoció como Patrimonio Cultural de la Nación, en el 2010 la Unesco reconoce como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y el 16 de noviembre del 2017 se declara como el Día Nacional de la Danza de Tijeras, esto como forma de conmemorar anualmente nuestra herencia andina.
Si bien esta danza se practica principalmente en cuatro departamentos, son únicamente dos de ellos que sobresalen: Huancavelica y Ayacucho, ambos departamentos proponen distintos tipos de coreografía, vestuario y música. En Huancavelica se celebra generalmente en diciembre, esto en homenaje al nacimiento del Niño Jesús; mientras que en Ayacucho, en el mes de agosto en La fiesta del Yaku Raymi.
Para ser un verdadero maestro de hay que aprender los 360 pasos dicen los eruditos de esta danza, precisamente por ello son pocos quienes sobresalen, se combina bailes y acrobacias, singular creatividad y mucha destreza, pues las tijeras deben seguir las melodías del violín y del arpa y con ello los movimientos del cuerpo. Esta danza se ejecuta en cuadrillas, cada una de estas está conformada por un arpista y un violinista; cuatro danzantes, dos varones y dos mujeres, se las denomina guiadoras y a diferencia de los varones ejecutan únicamente asonantes zapateos levantando polvaredas que se suspenden en el aire cual efluvios del alma con olor a tierra fecunda.
La danza se divide en tres etapas: Limpia Cancha, El Atipanakuy, y la Prueba, esta última se divide a su vez, en tres tipos, la Prueba de cuerpo, donde se demuestra las habilidades físicas; de pasta, en este se demuestra el manejo de la magia menor y; de sangre, donde se demuestra los dotes de valentía por el riesgo que se corre al ejecutar acciones con objetos punzocortantes. Para cada etapa existen melodías distintas, desde lo jubiloso hasta lo melancólico, inyectando algarabía y suspenso en cada ronda de baile.
Son pocos los danzantes que han logrado trascender a nivel internacional, la gran mayoría participa en eventos locales y regionales dedicando el tiempo restante en otras actividades ajenas a esta tradición, participando únicamente en épocas festivas. Los danzantes que gozaron de gran prestigio a nivel internacional y exhibieron nuestra ancestral danza en otros continentes fueron, por Huancavelica, Damián de la Cruz Ccanto, apodado Ccarccaria, quien dirige la escuela de danzas “Los Galas de Villallaqta”, y Felipe Cataño Sullca, conocido como Chicchi Para, director de la Agrupación Musical “Yawar Chicchi”; y por Ayacucho, Rómulo Huamaní Janampa, apodado Qorisicha, director de los “Danzaq de Ayacucho”.
En el valle, es la familia De La Cruz, los grandes referentes de la danza de tijeras, la historia registra a Juan De La Cruz Barrantes “Qoro Diablo”, y Sergio De La Cruz Barrantes “Payaso” quienes representaron a Paucarbamba por mucho tiempo, posteriormente le sigue los pasos Ruperto De La Cruz Pacheco “Gitano”, Daniel De La Cruz Pacheco “Payaso”, Gualberto De La Cruz Pacheco “Extranjero”, todos hijos de Sergio De La Cruz Barrantes, y Ricardo De La Cruz Quispe “Huaylis” hijo de Juan De La Cruz Barrantes. Eran épocas donde la danza tomaba auge, así los hijos de Gualberto de La Cruz Pacheco también toman la posta, sobresaliendo entre ellos Teodomiro De La Cruz Marín “Chusecc” y Herminio De La Cruz Marín “Rey Satan”. Sergio De La Cruz viajó constantemente al interior del país, y junto a él, Teodomiro De la Cruz, Ricardo De La Cruz, Ruperto De La Cruz, y David De La Cruz. Posteriormente lo haría Herminio De La Cruz, quien incluso invitó a Damián De La Cruz a participar en un reto en Paucarbamba.
Cuando nuestros referentes en esta danza parecían llegar al final de su apogeo, entusiastas jóvenes tomarían la posta, entre ellos, Albino Pariona Quispe “Piki Chaki”, Junior Ñahuero Abregú “Inframundo”, los hermanos Enrique Marín Arroyo “Tentador” y Abel Marín Arroyo “Infierno” quienes un breve periodo representaron a Paucarbamba en torneos locales. Luego de un largo intervalo de tiempo surgen nuevamente excelentes promesas, los niños Zair De La Cruz Canchumani “Rey Satan Junior” hijo de Herminio De La Cruz y Antony Ñahuero Yance “Chico Chuseq”.
El valle, siempre se caracterizó por ser cuna de un variopinto abanico de usos y costumbres hoy casi desaparecidas, de artistas que hoy gozan de gran popularidad en la capital; el éxito de algunos radica en la perseverancia derivada por la vocación pocas veces enraizada en nuestra idiosincrasia caracterizada más por el valor financiero que cultural, cabe precisar también que, obedece al nulo apoyo de nuestras instituciones por revalorar nuestra identidad cultural, perceptible en todo los gobiernos locales y regionales. Las fiestas y actividades festivas son desahogo a la vez, expresión de los sentimientos humanos; no debemos pretender suprimirlos sin hallar sustituto para para la recreación popular, especialmente en los pueblos que desfallecen de tedio. Un bien entendido programa de recreación es tan vital como de saneamiento o fomento agrícola.
A mediados del siglo XX, según referencias la danza de tijeras llevábase a cabo en Cunya y Cunyaccasa, posteriormente en el anexo de Acos, donde los días 01, 02 y 03 se celebra al Niño Jesús, ya en la actualidad dada la migración y la conversión de creencias en los anexos, obligaría a trasladar la celebración a la capital del distrito de Paucarbamba. Esperamos que esta ancestral danza no se extinga como los otros hoy en el olvido. A la belleza cautivante de nuestros paisajes, el atractivo abanico de nuestras costumbres hacen admirables nuestros pueblos.
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